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El tiempo en nuestras vidas… Cantidad vs Calidad

Actualmente es frecuente escuchar “los días pasan volando”, “culminó la semana y ni cuenta me di”, “ya casi estamos nuevamente en navidad” y ciertamente da la sensación de que los días tienen menos de 24 horas; que nuestras obligaciones nos consumen y este no nos alcanza para realizar todo lo que teníamos planificado.
Llegar a la casa y atender las responsabilidades del hogar se transforma en un stress igual e incluso mayor que las obligaciones del trabajo, porque el tiempo en casa tampoco nos rinde.
Esta alteración o desacomodo en nuestro tiempo, nos hace presos de sensaciones que afectan nuestra calidad de vida, incluyendo en esta la calidad de nuestro tiempo, de nuestras relaciones bien sean familiares, laborales, de amistad, cualquiera. Estamos “presos” del tiempo, a merced del reloj, del Dios Cronos (Chronos) cuantitativo, exacto.
Imagen: http//www.momastery.com
Nuestros días pasan y no nos detenemos a pensar que ese día no volverá jamás, que es irrecuperable. Cada uno de los pequeños detalles que nos regala la vida  los perdemos por la vorágine en la que vivimos, por nuestra agenda tan complicada, por los compromisos, las obligaciones que no nos permiten detenernos a contemplar, admirar y observar a nuestro alrededor.
Como mencioné en mi anterior artículo, hemos perdido la pasión y necesitamos urgentemente recuperarla. Necesitamos inyectarle pasión  a ese tiempo que transcurre día a día, para que sea de calidad, convertirlo en ese Kairos, que para los griegos representaba el “momento adecuado oportuno”, para los cristianos “el tiempo de Dios” y la definición que particularmente me agrada la de Eurípides que nos  dice que es “el mejor guía en cualquier actividad humana”. Ese tiempo cualitativo, donde vivimos nuestros momentos trascendentes. Esos momentos que al disponernos a descansar al final del día nos permitirán esbozar una sonrisa y agradecer; esos momentos que nos hacen sobrellevar las cargas y apaciguar  aquellos que no resultaron tan agradables.
Observo como amistades y familiares invierten parte de su precioso tiempo, de sus momentos, en alterar su organismo con gritos, discusiones, enfados estériles, por mantener un orden particular de las cosas, por la hora de comida, la ropa que lavar y un sinfín de actividades de su día a día; de igual forma los que trabajan fuera del hogar, al llegar a casa reclaman esa ansiada tranquilidad, porque están agotados, el trabajo consumió todas sus energías. Esto hace que me pregunte ¿Cuánto de nuestro tiempo invertimos en que este sea de calidad?, ¿Cuánto de ese tiempo lo destinamos a apreciar los pequeños detalles que nos regala la vida?, ¿Cuándo nos damos el tiempo de permitirnos volver a sentirnos niños, desarreglar la casa con nuestros hijos o sobrinos?, ¿Cuándo nos permitimos romper el esquema de las planificadas vacaciones y tomarnos un día para hacer algo completamente distinto?
Necesitamos urgentemente regalarnos tiempo de calidad, para nuestro cuerpo, para nuestra salud mental y espiritual, que se verá reflejado en cada una de nuestras relaciones. Leemos constantemente frases hermosas y célebres que nos invitan a profesar nuestro sentir a esos seres queridos, a regalar un abrazo, un Te amo; pero ¿por cuánto tiempo lo hacemos?
Cada día es más común escuchar “necesito otras vacaciones, más tiempo, para recuperarme de las vacaciones que acabo de tomar”, te has preguntado ¿por qué nos pasa eso? Mi interpretación es que  nos hemos habituado a “correr” tras la vida, a restarle pasión  a los momentos, a correr tras el tiempo que se nos agota y no nos rinde.
Hagamos un alto, stop y aprendamos a disfrutar, a dar importancia a lo que realmente lo tiene, a ir eliminando trivialidades y frivolidades de nuestra vida y sumar ese tiempo a las actividades calificadas como importantes;  tomando conciencia de que muchas de ellas se pueden re-planificar pero otras serán irrepetibles.
Hagamos de nuestro tiempo un tiempo de Calidad, no de cantidad, no de minutos y horas, sino de sensaciones y recuerdos memorables sin importar su duración.

Permítete sonreír por ese espacio de tu día en el que el tiempo no te importó y si este duró solo un minuto te aseguro que igual lo atesorarás eternamente.

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